La Caída

Publicado en: ‘TalCual Digital‘ | Viernes, 9/Nov/2007

Advertencia: El siguiente escrito, es solamente un comentario sobre cinematografía porque estoy tratando de serrucharle la chamba a Héctor Concari. Cualquier similitud con hechos o circunstancias de la realidad es culpa del cerebro del lector que es el que establece las conexiones…Carreño: ¡A ellos!

En estos días Televen, en un acto de valentía que le honra, transmitió la película La Caída, sobre los últimos días de Adolfo Hitler en su búnker de la Cancillería. Allí se nos muestra cómo, en una suerte de streap tease, el rey va quedando progresivamente desnudo, dejándonos ver que su único poder, su verdadera fuerza era el miedo que despertaba entre enemigos y, especialmente, entre sus copartidarios. Hay gente que comete la locura de creerse la encarnación de una idea, hay, también, locuras colectivas y hombres siempre dispuestos a poner su alma e inteligencia al servicio de la muerte y la destrucción.

Pero detrás de un poder así ejercido no hay, en el fondo, absolutamente nada, como bien lo sabía Chaplin que nos muestra un Hynkel (El Gran Dictador, 1940), enteramente ocupado de su ego. Y es que los dictadores no tienen otro fin que ellos mismos, y nos lo dice en su discurso final: «Los dictadores se dan libertad a sí mismos, pero esclavizan al pueblo». En La Caída pueden verse los rasgos esenciales del personalismo fascista en su etapa terminal: * Exigencia de seguimiento incondicional por parte del líder, que no acepta ninguna disidencia sin enfurecerse, perder los estribos y destruir histéricamente todo lo que encuentra a su paso.

* Los más cercanos colaboradores comienzan a abandonar al caudillo o a desobedecer sistemáticamente sus órdenes. No quieren hundirse con él y le endosan todas las culpas usando el viejo principio, ya hoy inargumentable, de «yo cumplía órdenes».

* Se considera traidor, enemigo y agente del imperialismo inglés a todo aquel que exprese una opinión disidente.

* Profundo desprecio por el propio pueblo que en el fondo termina siendo un instrumento.

El líder espera que aquél se inmole por él, que salga a las calles a quemar cipreses en las casas de los judíos.

Excelente película La Caída, donde se nos muestra cómo un hombre que aspiraba a instaurar un gobierno de 1000 años y que mandó a millones a morir en el frente en su nombre, termina sus días escondido en un sótano. Cuentan que el soldado ruso que encontró los restos chamuscados de Hitler exclamó: «¿Y por esto murieron millones?».

Nadería y vanidad, son también los dictadores.

De todas maneras, aunque La Caída es buena, sigo prefiriendo El Gran Dictador en cuyo discurso final, el falso Hynkel, arenga a los soldados que le rinden honores diciéndoles: «¡Soldados! ¡No os entreguéis a esos bestias, que os desprecian, que os esclavizan, que gobiernan vuestras vidas; decidles lo que hay que hacer, lo que hay que pensar y lo que hay que sentir!

Que os obligan a hacer la instrucción, que os tienen a media ración, que os tratan como a ganado y os utilizan como carne de cañón. ¡No os entreguéis a esos hombres desnaturalizados, a esos hombres-máquina con inteligencia y corazones de máquina! ¡Vosotros no sois máquinas! ¡Sois hombres! ¡Con el amor de la humanidad en vuestros corazones! ¡No odiéis! ¡Sólo aquellos que no son amados, odian, los que no son amados y los desnaturalizados! ¡Soldados! ¡No luchéis por la esclavitud! ¡Luchad por la libertad!». General: ¡Bienvenido al club!